Los Saharauis, originarios moradores del Sahara Occidental fueron, como nosotros los colombianos, una colonia española. Según muchos, los saharauis y los españoles convivían pacíficamente, eran hermanos, hasta que España los traicionó.
Por allá por el 63, frente a la ONU, España prometió respetar el derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui. En un primer intento por conseguir la independencia por medio del diálogo, los saharauis fueron reprimidos con fuerza por España y se desencadenó una lucha armada. En 1973 nace el Frente Polisario como un movimiento para la liberación del Sahara Occidental. Mauritania y Marruecos, en 1975, reclamaron el territorio como suyo. España, al parecer por presiones de la OTAN, cedió el territorio a Mauritania y Marruecos y los saharauis fueron obligados a salir de su territorio masivamente durante la llamada Marcha Verde emprendida por Hassan II, rey de Marruecos; la acción desarrollada en 1975, recibió este nombre, según Marruecos porque en el mundo islámico el color verde es sinónimo de paz y buena voluntad, aunque lo que cayó del cielo fue Napal y fósforo blanco sobre las cabezas Saharauis.
El Frente Polisario empezó su guerra de guerrillas contra Mauritania y Marruecos y consiguió la rendición de Mauritania. En 1992 se firmó el alto al fuego con Marruecos, desde entonces van ya 22 años desde el inicio de la estrategia diplomática.
Aun cuando se constituyó la RASD, República Árabe Saharaui Democrática, que no es reconocida como estado por la Liga Árabe ni la UE, en cambio sí por la Unión Africana y algunos países latinoamericanos, son ya 38 largos años de espera, mientras el pueblo saharaui sufre desde diferentes frentes: muchos están reprimidos en los territorios ocupados por Marruecos, otros tantos en los campamentos de refugiados en Argelia, pocos nomadeando en los territorios liberados, separados de sus hermanos por el muro tendido por Marruecos; y otros, en la diáspora, exiliados en Mauritania y por todo el mundo.
Justo ahora yo estoy en una de las tierras del exilio, en los campamentos de refugiados en el sur de Argelia. Los campamentos están organizados por wilayas que recuerdan los nombres de las ciudades del territorio hoy ocupado, para no olvidar, ha dicho alguien. Hoy me cobija la wilaya Smara, una de las más densamente pobladas, sino la más.
No conozco con claridad las preguntas que me han arrastrado a esté rincón del mundo, solo siento que estar aquí es tan natural que me desconcierta. Tenía que estar aquí, en el Sahara Occidental, mi puerta de acceso a África, e incluso al mundo musulmán. Y digo “mundo” refiriéndome a un universo, un conglomerado de personas con unas dinámicas propias y únicas. No lo digo como cuando lo usamos para designar “lo otro” tan temido, lo que no soy yo, lo que difiere irreconciliablemente conmigo, eso que temo porque desconozco, y justificamos nuestro temor en lo que leemos como la agresión recibida, sin recordar quién empezó la cadena de agresiones, quiénes la perpetúan.
Este es un mundo, como el pequeño pueblo donde nací en Colombia es también un mundo, único y singular. En este lado del mundo intuyo mi destino, África.
Por ahora creo buscar la singularidad Saharaui, el alma guerrera y dulce de un pueblo, el espíritu del desierto.
Febrero 2014.
Protocolo de Smara, Campamento de refugiados Saharauis en el sur de Argelia.
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