NOSOTROS Y EL MONTE
Yo soy campesino, neto neto campesino. Nací en una vereda que se llama Asturias, por allá, por el Tolima.
Cuando nosotros nos vinimos para acá, al Caquetá, yo tenía 17 años, eso fue en 1979. Un año antes se había venido mi abuelito; el gobierno le dio 400 pesos, que en ese tiempo era bastante plata, un peinilla [machete] un hacha y un: “váyase a romper monte”.
Hoy tengo 55, o sea, yo soy un Caqueteño más.
La del Tolima era una finquita pequeña, dos hectáreas cafeteras era lo que tenían mis papás allá. Cuando llegaron dos enfermedades graves para el café, que eran la roya y la broca, la economía de la familia se puso difícil y nos tocó emigrar. Nosotros vinimos con trasteo y, por acá, nos compramos una finca, aquí nos crecimos.
Con el tiempo yo me fui a vivir a Florencia y ahí, gracias a la capacidad que yo he tenido, fui concejal dos periodos consecutivos en el Paujil, pero los paramilitares, en ese tiempo, me la montaron muy feo y me tocó que irme a esconder en Bogotá. Duré diez años así.
Eso fue en los años 90’s, estaba en pleno apogeo el narcotráfico en Colombia: Escobar, el cartel de Cali, el cartel de Medellín. Había plata en Colombia, pero la plata se acabó y la empresa donde yo trabajaba se puso mal. Mi familia, que estaba todavía aquí en Caquetá, me dijo:
–Véngase para Remolino del Caguán, hágale que hay trabajo.
No la pensé dos veces y me devolví.
Ya en Remolino, al frente de donde yo estaba trabajando, había una señora que quedó viuda y por ahí empezamos. Con ella ya llevamos doce años viviendo juntos: es mi esposa. Cuando nos juntamos ella ya tenía un pequeño almacén; incrementamos ese almacén y hoy día de eso vivimos.
Donde yo vivo, en Remolino, son por los menos unas cuatro horas de viaje en lancha rápida hasta Cartagena del Chairá. Es por las curvas del río Caguán que es mucha más la distancia. Al territorio también se puede llegar en lo que llamamos Bote línea, que es una canoa grande y que puede llevar carga y pasajeros. De camino se gasta el día entero, sale uno de aquí a las seis de la mañana y está llegando tipo cuatro o cinco de la tarde a Cartagena del Chairá, dependiendo de lo mermado o aumentado que esté el río, entre más crecido esté el río más ligero llega. Esa es la forma de transporte, de resto no hay más. Estamos trabajando para hacer una brecha, una brecha de carretera, pero nos falta piedra, no hay balastro y donde hay, allá contra la cordillera, es una mina privada. Por eso todavía todo se mueve por el río: gente y mercancía, todo por el río Caguán.
Desde que nosotros llegamos, desde que llegó mi abuelo y los demás colonos rompiendo monte, la economía aquí, hasta hace más o menos unos diez, doce años, era la coca, la base de coca. Había una ventaja con eso y es que allá mismo la compraban, por lo tanto, cualquier niño podía sacar un kilo de coca debajo del brazo y ahí tenía la plata asegurada.
Sin embargo, con las fumigaciones* que arrasaron con todo, incluso con pasturas, las comunidades empezaron a ver que esa no era una alternativa de vida y el cambio fue total hacia la ganadería. Pero, hablando sinceramente, nosotros nunca prevenimos esta cuestión de la deforestación.
(*Entre el 2004 y 2005 las aspersiones con glifosato sobre el Caquetá ocasionaron que los cultivos de coca se desplazaran a otros departamentos como Nariño, Putumayo y Norte de Santander.)
Las instituciones dicen que una de las principales causas de la deforestación son los cultivos ilícitos, nosotros decimos que no es así, porque una familia con lo de dos hectáreas de coca vive cómodamente. Pero con lo que producen dos hectáreas de pasturas para ganado, se mueren de hambre. Ese es el problema. Primero que todo porque no hay tecnificación, entonces ¿cómo hace el campesino para hacer su ganadería? Tala el monte. Lo arrasa por completo y la gran mayoría de veces no tiene en cuenta las aguas, las fuentes hídricas.
Tumba, quema, riega el pasto y a los tres, cuatro meses, ya está listo para soltar el ganado. Muchas veces no tiene ni que hacer cerco porque lo que hay es selva por todos los lados, esa es una forma práctica y muy rentable de meter ganado. Pero es un problema, porque con esa forma de producción la gente se dio cuenta que no era sino tumbar el bosque, a pesar de que hay una normatividad en las comunidades. Es que nosotros tenemos algo que se llama un Manual de Convivencia donde hay una norma para absolutamente todo: para lo social, para lo económico, para lo ambiental, para todos los aspectos hay esa normatividad y eso rige para todo Cartagena del Chairá, a excepción del casco urbano.
Sobre esa normatividad decían que se la había inventado la guerrilla, pero resulta que no, fuimos nosotros y se aplicaba de acuerdo a la constitución, a las leyes
En ese manual de convivencia, en la parte ambiental se habla de que cada caño, si es bien pequeñito, hay que dejarle diez metros de monte a lado y lado; si es más grande veinte; si es un río pequeño, cincuenta; y si es como el Caguán, que es inmenso, son cien metros a lado y lado. Pero no, la gente no tuvo en cuenta eso y arrasaron con toda la vegetación. La ganadería se hizo extensiva y se convirtió, en algo así, como en un monocultivo.* Y es que es lo único rentable, porque si se siembra, por ejemplo, plátano, no hay forma de sacarlo, ¿por cuál carretera? y el transporte fluvial es muy costoso. De aquí para abajo a nosotros nos cobran trescientos pesos por kilo de cualquier producto. Entonces no, no da.
(*Según el Sistema de Monitoreo de Bosques y Carbono para Colombia del IDEAM, en el primer trimestre del 2017, el departamento de Caquetá, en la Amazonía, concentra la mayor cantidad de alertas tempranas de deforestación del país. Cartagena del Chairá, municipio al que pertenece Remolino del Caguán, es el segundo municipio con mayor número de alertas.)
Nosotros desde las organizaciones sociales sabemos que, lo que llamamos por acá las derribas, que es talar el monte, se hace los dos últimos meses de año y los dos primeros, entonces lo que hicimos fue una alerta temprana, avísamos que como la guerrilla había salido, se iba a desbocar la invasión hacia los baldíos y los bosques se iban a talar y exactamente así sucedió. Quien atajaba esta vaina era la guerrilla* y con esto de los acuerdos de paz las instituciones todavía no han sido capaces de ordenar eso; entonces se complica la cuestión.
(*El Caquetá fue un epicentro de la guerra entre el Estado colombiano y las FARC quienes se establecieron en la región durante el proceso de paz de Andrés Pastrana, desde entonces el territorio estuvo controlado por las FARC, quienes ejercieron incluso autoridad ambiental, regulando la frontera agrícola de la región.)
Con los acuerdos también se viene la reforma rural y lo que se supone que será la repartición de la tierra para que tenga el que no tiene nada, o el que tiene poquito. Y nosotros nos preguntamos ¿qué va a pasar con esas fincas que tiene 200, 300 hectáreas y que la mayoría la tiene en el monte, pura selva? Hoy en día, la gente que tiene 400 hectáreas, como ven que no les van a titular sino 67 venden la mitad que está en pura selva, pero el que llega a comprar nunca se pone a pensarlo, sino que de una vez, prácticamente de un sólo jalón, la tumba toda, y ahí se va acabando el bosque.*
(*El primer punto del acuerdo de paz firmado entre el Gobierno colombiano y las FARC-EP es la reforma rural integral que plantea adjudicación de tierras, formalización de predios y herramientas para la productividad del campo. El reto de la reforma rural es enorme para el Estado colombiano y lo ha sido históricamente. Actualmente está en debate la legislación que la regula, desde varios frentes se teme que la reforma pasé por encima de los derechos de las víctimas del conflicto, desplazadas de comunidades étnicas y a favor de los grandes latifundistas.)
NOSOTROS, LA GUERRILLA Y LA LEY
Para nadie es un secreto, esta era una región donde el orden y todo venía de la guerrilla, pero eso no quiere decir que nosotros viviéramos con una pistola en la cabeza, eso tampoco es así. Para nosotros era mucho mejor la guerrilla que el ejército, porque, por ejemplo, en el caso mío fue el ejército el que me mandó a la cárcel y terminé preso seis años, dizque por guerrillero.
La guerrilla, como un alcalde, no hablaba con todo el mundo, hablaba con los dirigentes, con los líderes. Entonces quienes estábamos al frente de las organizaciones eran los que teníamos, para bien o para mal, mucha más cercanía con ellos.
Cuando entró el Plan Patriota*, en el gobierno de Uribe, el ejército que llegó aquí veía la cara de los todos los habitantes de Cartagena del Chairá con los dos fusiles cruzados en la frente, o sea como si tuviéramos estampado el símbolo de las FARC, así nos veían. Para ellos todos éramos guerrilleros, absolutamente todos.
(*El Plan Patriota fue una enorme ofensiva militar implementada desde el 2003 en Meta, Caquetá y Putumayo, cuyo propósito era la recuperación de los territorios que eran considerados la retaguardia de las FARC-EP. Durante su puesta en marcha se presentaron “excesos” por parte del ejército y la policía y claras violaciones de los Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario.)
¿Qué nosotros, la gente y los líderes hablábamos con la guerrilla? ¡pues claro! Nosotros nunca lo hemos negado. ¿Qué nos reuníamos con ellos? ¡claro! ¿Pero qué podíamos hacer? ¿Negarnos? No, no podíamos. Eso nunca lo entendieron y el gran problema es que en ese tiempo, desde las altas esferas del Estado le exigían a los militares resultados y esos resultados los conseguían a como dieran lugar.
Pa completar, en una entrevista que le hicieron a Carlos Castaño, de las AUC*, por esa época, él decía:
–De Cartagena del Chairá para abajo, no se salva ni el cura.
(*AUC, Autodefensas Unidas de Colombia, organización paramilitar de extrema derecha. Carlos Castaño, su máximo líder concedió varias entrevistas sin mostrar su cara desde 1996, en el año 2000 su rostro se hizo publico en entrevista televisivas.)
Y así fue, el cura, que fue para nosotros un apóstol allá en Remolino, Giacinto Franzoi*, resultó que tenía orden de captura. Él estuvo de buenas, porque cuando bajaron a buscarlo, él no estaba y si no se lo llevan, como a mí.
(*Franzoi, sacerdote italiano llegó al Caquetá en 1978. En 1988 se convirtió en el Capellán de Remolino del Caguán. Entre otras acciones es recordado por liderar el proyecto Chocaguán, empresa campesina de producción de caco amazónico, en un lugar y un momento donde lo que único que se sembraba era coca. Chocaguán ganó el premio nacional de Paz en 2004. El sacerdote fue acusado de haber entregado dinero a las FARC y de haber guardado armas de la guerrilla en su parroquia. En junio de 2008, la fiscalía lo desvinculó de la investigación y Franzoi regresó a Italia.)
En ese tiempo yo tenía cinco cargos en la comunidad: yo era el coordinador del núcleo; era vicepresidente de la Junta Comunal de ahí, del caserío de Remolino; era el representante de pro-carretera para todo el núcleo 2; era candidato al Concejo en este tiempo, aunque no pude ganar, no hubo elecciones, porque el ejército dijo que allá no había condiciones para poner mesas de votación. Fuera de eso, era el presidente de la Asociación de Padres de Familia del colegio. Eso hacía yo en ese tiempo y un día llegó el ejército y nos echaron a muchos para la cárcel.
Eso sí es duro, es duro no poder mirar el cielo, estar encerrado en cuatro paredes un día tras otro. Yo allá me dediqué a la lectura, en la cárcel logré leer 174 libros. Yo soy bachiller no más, pero lo que he leído me ha servido mucho.
A mí y a los otros nos cogieron en Remolino del Caguán, de ahí nos trasladaron en helicóptero hacia Peñas Coloradas, de ahí en helicóptero, otra vez, hacia la base de Tres Esquinas, allá en el Río Caquetá. De ahí, en avión a Bogotá, nos llevaron a Paloquemao, allá duramos 53 días y de ahí nos trajeron en avión a Florencia. En Florencia duramos casi toda la condena hasta que nos llevaron a la audiencia a la [cárcel] Picota. Nosotros, teníamos mucho miedo de llegar a las cárceles grandes, a nosotros nos decían que eso era peor que el infierno, por eso buscábamos para el lado más cerca de la familia que era Florencia. Sin embargo nos tocó por obligación cuando fuimos a la audiencia, que era en Bogotá, todo fue en Bogotá y allá duramos tres meses en la Picota.
Uno de los principales delitos de los que nos acusaban a los 22 que íbamos allá, era el de testaferrato.
–¿Usted de qué deriva su sustento?
Esa fue la pregunta que nos hicieron, así, en esas palabras preguntó una juez. La mayoría de mis compañeros no entendieron esa pregunta, me miraron:
–Que, ¿de qué viven ustedes? Dije yo
Y todos fueron contestando:
–Yo tengo una finquita.
–¿De cuánto es esa finquita?
–De 150 hectáreas.
–De 300.
–La mía de 200.
–La finquita mía es de 500, casi 600 hectáreas.
–¿Y todavía se atreven a negar que son testaferros? Dijo la jueza
Claro, es que esa es mucha cantidad de tierra. El gran problema es que se hace el paralelo con las fincas en la sabana o para fuera del país.
–Señora juez ¿me permite le explico un poquito esta cuestión?
–Hágale Don Rafa, explíqueme cómo es esa cuestión de por qué no son testaferros.
Le dije:
–Es muy facilito. Lo que pasa es que nosotros vivimos en una región donde en realidad la tierra no tiene valor.
Estoy hablando del 2008, cuando una hectárea en pasto o en montaña valía 300.000 pesos, entonces comprar un finca de 300 hectáreas no valía nada. Es muy diferente una sola hectárea por allá en el interior del país donde puede valer 300 millones de pesos, no, aquí no. Incluso, le dije:
–Mire señora jueza, si usted se quiere ir por allá, quiere avanzar una finca, ahí hay baldíos usted puede tener una finca de 1.000 metros cuadrados, o lo que usted alcance con la mirada y decir que es suyo, porque eso allá es baldío. Entonces no es testaferrato, él puede tener una finca de 500 hectáreas, pero la finca no le va a valer 300 millones de pesos, no le vale eso.
Ya después de todo ese cuento, la señora se dio cuenta de que la tierra no tenía para nosotros, ni para el mismo Estado, mayor valor.
El otro cargo que teníamos encima era el de rebelión. Había una gente que venía de allá, de Remolino y que dizque habían sido guerrilleros y ellos nos acusaron de ser también guerrilleros. Sólo a dos de ellos pudimos confrontar en esa audiencia y claro, nosotros no más hacíamos puras preguntas y a ellos les tocó decir que no, que era mentira lo que habían dicho. Por ejemplo, una de las acusaciones que me habían hecho es que yo había obligado a la gente a votar allá en Remolino, entonces yo le hacía la pregunta a ese señor:
–¿Cuándo fue la última votación que hubo en Remolino?
Él se puso a pensar y dijo:
–Fue en el 2001.
–¿Cómo diablos iba yo a obligar o impedir que la gente votara si yo no vivía en Remolino?
Porque yo volví en el 2003 al Caquetá y de eso tengo cualquier cantidad de testigos.
Lo que había eran muchas incongruencias, uno se daba cuenta de que desde el momento de la captura era simple y llanamente un montaje. Me acuerdo de una señora, vivía casi al frente mío, llegaron con la orden de captura y en medio de esa desesperación que daba oír que uno estaba detenido, el esposo dijo que de lo que a ella la acusaran, él se hacía cargo; el fiscal que dirigió la captura dijo:
–Listo, si es así, no hay problema.
Cogió la orden de captura, la rasgó en cuatro pedazos, la echó en un cesto de basura y se la hicieron al esposo de ella, así fue. Es que sólo tenían que entregar resultados, sin importar quién.
Con la captura de nosotros se polarizó mucho más el choque entre población civil y ejército, porque la gente empezó a exigirle al ejército y a mirarlos como enemigos cuando empezaron a llevarse un poconón de gente inocente*. De las 39 personas que nos capturaron no nos dejaron presos sino a seis y eso porque tenían que legalizar esa vaina, porque fue la justicia especializada la que nos cogió y ellos no pueden soltar así como así, ellos sabían que si no condenaban a algunos, a ellos sí se les iba hondo. Tan es así, que hoy los dos cabos del ejército que hicieron el trabajo de inteligencia, están condenados a once y nueve años por esos montajes y el fiscal que dirigió la captura, allá en Remolino, hoy en día está pagando cárcel en los Estados Unidos por enriquecimiento ilícito.
(*A propósito de la implementación del controvertido Plan Patriota, fueron muchas las denuncias de la población civil sobre detenciones arbitrarias, desapariciones forzadas, torturas, tratos inhumanos degradantes, maltrato verbal y ejecuciones extrajudiciales, además de la sistemática criminalización, judicialización y hostigamiento a líderes populares y demás pobladores de las zonas de implementación.)
Ese ambiente de guerra pasó como a la historia hace, si acaso, tres años. Ese clima de zozobra, siempre lo mantuvimos hasta que no hubieron [SIC] los acuerdos de paz.
En estos momentos como la guerrilla dejó las armas, simple y llanamente ya no está, o sea las instituciones tienen cabida cuando quieran, Colombia es libre para transitar. Necesitábamos que las instituciones se den cuenta de las condiciones que tenemos por allá para que pronto podamos nosotros exigir lo que nos corresponde, para que se visibilicen nuestras necesidades, que son muchas.
Pero lo cierto, es que el Estado no son las intituciones, en realidad el Estado somos todos, eso está en el papel, pero en la práctica no es así, el Estado son los que están allá sentados en el poder, simplemente haciendo y ordenando las leyes. Pero todos deberíamos tener derecho a opinar y a expresar nuestras ideas sin ningún problema, pero todavía, a pesar de las negociaciones, a pesar de los acuerdos de paz, si yo salgo al pueblo y digo que soy comunista no me va a ir bien.
Aunque me metieron a la cárcel dizque por guerrillero, yo nunca pensé irme para la guerrilla. Nunca. Yo soy de izquierda, eso no lo niego, y soy comunista desde hace muchos años, para mí concepto, tengo la película bien clara.
Yo, además del comercio, hago trabajo social como dirigente. La gente dice presidente, pero nosotros le llamamos Coordinador de un Núcleo Comunal, el mío junta a 20 veredas de allá, de ese sector de Remolino del Caguán.
Marzo de 2018
Cartagena del Chairá, Caquetá, Colombia
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