En mi tercer o cuarto día en los campamentos de refugiados saharauis, en el sur de Argelia,
cuando visitaba a la familia del sobrino de Aidid, mi amigo, mi guía y mi cuidador, tuve un sueño, o imaginé con fuerza en mi duermevela, mientras escuchaba a mi amigo, junto con el anfitrión y otros hombres, conversar en hasanía (dialecto saharaui y mauritano).
En mi sueño, como pasó en la vigilia, estábamos todos en la jaima del sobrino de Aidid. Jaima es el nombre que reciben las tiendas tradicional de los saharauis. En los campamentos estas tiendas no son como antaño, de pelo de camello o de modestas telas cocidas, sino de una tela plástica verde teñida con la arena del desierto. Habíamos estado allí por horas tomando el té saharaui que se hace lentamente, se levanta espuma derramándolo de vaso en vaso mientras se conversa, se cuentan noticias e historias.
El interior de la jaima estaba cubierto por una alfombra y, contra tres de sus cuatro paredes, había bellos cojines como sofás a ras del suelo. Yo estaba tumbada en un rincón cálido que hacían estos cojines, cobijada por un par de mantas pesadas, los sonidos en hasanía me arrullaban dulcemente mientras miraba fijo la entrada de la jaima cubierta por una cortina vino tinto que se agitaba violentamente por el siroco (tormenta de arena) de afuera. A veces, el rugido del viento era tan fuerte que casi apagaba las voces de los hombres. En mi sueño –y fuera de él– yo estaba allí acostada, dormía. De repente despertaba, a mi lado estaba Aidid que me daba la espalda para conversar con comodidad con los otros. Yo me sentía ligeramente mareada, notaba que la jaima se mecía dulcemente, se arrastraba con calma. Intrigada me acerqué a Aidid, y le pregunté si se daba cuenta que la jaima se movía. Claro –decía él con su tono de obviedad– Todos saben que la jaima es un barco. En mi sueño, como lo hacía en la vigilia, le creí sin atisbo de duda. Debía ser cierto, la jaima era un barco. Él volvía a la charla y yo, envuelta en las mantas, otra vez me recostaba dejando que el barco me llevara.
Aidid ha dicho que se trata de un dulce sueño, lo fue, viajar en una jaima-barco en el Sahara, es dulce y bello.
Febrero 2014.
L’Aiun, Campamento de refugiados Saharauis en el sur de Argelia.
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