En el galb Rich (galb: literalmente traduce corazón, se refiere a una montaña de piedra) cuyo nombre en español es "pluma", pero a mí me resulta más como el lomo de un enorme dragón oculto bajo la arena, empieza Tiris; Tiris fecundo, la tierra del mejor pasto, de la libertad beduina.
En esta zona hay menos vegetación y muchos e imponentes galaba (plural de galb) de todas las formas posibles: angulosos, redondos, alargados y chatos. Allá, al fondo, veo uno que me recuerda una teta, una teta de niña que parece estar coronada por un pezón plano y alto. Aún sentada en el carro en movimiento, sigo viendo el galb teta pero ahora más que eso parece una enorme jaima. Antes, en mi sueño, fue jaima-barco, ahora jaima-galb, jaima-teta, teta-barco.
De camino nos detenemos a comer algo rápido, un sándwich de sardinas o atún, pero aun cuando no se cocina para no gastar demasiado tiempo, siempre se enciende un fuego a la sombra de una intrincada talja, se prenden sus ramas y se separan unos carbones ardientes para hacer el té lentamente. Se hidratan las hojas y se pone la tetera al fuego. Antes de extender los vasos, se derrama un poco de agua para que no se adhiera la arena, y con delicadeza, quien hace el té empieza a pasarlo de vaso en vaso para que haga espuma. El té del descanso y de la conversación, que recuerda el mate gaucho y la sagrada hoja de coca de los pueblos andinos.
Después de dos largos y poderoso días atravesando el Sahara Occidental en caravana a unos 100 km/h, a veces un poco más, a veces un poco menos, llegamos a destino. Tuvimos un par de averías y en la segunda noche nos extraviamos, aunque nuestro conductor seguía esa estrella que también yo miraba, parece que nos acercarnos demasiado a una base militar Mauritana en la frontera. El coche saltaba furiosas dunas y resbaladizos wed y yo sentía que iba mar adentro y que no quería detenerme, quería seguir y seguir viendo a través del vidrio las estrellas, sospechando que más allá del cono de luz que producía el auto sobre la arena, no había nada, o estaba todo oculto, en silencio para no ser detectado.
Lo que vino después fue la desesperación argelina, el estrés de los saharauis más occidentalizados. Al parecer continuábamos perdidos, pero ahora no valían de nada los GPS que iluminaban las caras argelinas. Buscábamos una puerta por la que teníamos que entrar al territorio de Agüenit. Una puerta que en realidad eran dos columnas adornadas con banderas de la RASD. Sí, una puerta perdida en medio de la oscuridad del desierto. Cuando por fin la encontramos pudimos decir que, ahora sí, estábamos en Agüenit. Toda esta es la tierra que ha de ser el principio o el final de todo. Es el territorio liberado en batalla por el frente Polisario, es la tierra libre, pero aún hay quienes temen vivir aquí nomadeando, piensan que en cualquier momento Marruecos puede poner en marcha una escaramuza.
Esta es una tierra fuerte que respira vida, tierra legendaria que los suyos han nombrado recordando el cuerpo humano: las enormes montañas de piedra pulida por la erosión y el tiempo se llama Galb, corazón en español, muchos corazones forman Galaba, cadenas de montañas negras e imponentes.
También hay colinas con formas diversas: dala (costado), sen (diente) hayeb (ceja) esbee (dedo) hanfra (nariz) sag (piernas). Fuentes de agua: ain (ojo, aiun: ojos) y largas dunas, erg (vena). Esta tierra es el cuerpo y está en el cuerpo de los saharauis, es tierra viva y vibrante.
Febrero de 2014. Agüenit, Sahara Occidental. Territorios liberados por el Frente Polisario.
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