Frontera colombo-venezolana.
Campamento temporal Puente Internacional Tienditas. Cúcuta.
Febrero 2019
El Indio, como le llaman desde chico, caminó despacio por el puente evadiendo los escombros y los restos de los camiones quemados. Al ver las armas y oír el grito furioso, puso los brazos en alto y se detuvo. En una mano llevaba un termo de plástico, en la otra los documentos que certifican que Luis está muerto, que en ese momento su cuerpo reposaba en la morgue del hospital de Cúcuta.
–Me espero pa’ mañana y voy al [puente] Simón Bolívar, de pronto por allá me dejan pasar con el muchacho. Ahí donde está mi hijo ya no necesita nada. Él ya se murió, y si pasa mucho tiempo… lo mando a incinerar o … me lo llevo por la trocha.
Mientras El Indio se devolvía al lado colombiano del puente explicando una y otra vez que necesitaba pasar, que solo quería llevar a Luis para que lo enterraran junto a la familia, a pocos kilómetros otros también repasaban lo ocurrido los últimos días.
Junto al puente de Tienditas –el nunca inaugurado, el que alberga las ayudas que algunos llaman humanitarias– se levantó un campamento improvisado. Allí se albergaron venezolanos y venezolanas que quedaron varados en Colombia tras la convocatoria para asistir al concierto orquestado por el millonario británico, y para intentar romper el cerco de la Guardia bolivariana al ingresar los camiones con la ayuda y así darle un golpe certero y “espectacular” a Maduro. Cerca de la enorme olla que humea sobre el fuego, un grupo de hombres y mujeres se apiñaban en un círculo apretado y bullicioso.
–Yo me pregunto: ¿dónde quedó la plata? ¿quién maneja esa plata? ¿qué destino tiene esa plata?
–No no, pana, eso no viene al caso.
–Sí, viene al caso porque nosotros fuimos usados.
–No fuimos usados pana, porque esa plata no se la van a gastar ellos en rumba. Esa plata es para comprar toda esa medicina y esa comida que está ahí guardada, que es la que va a pasar para Venezuela. Para eso son los 100 millones de dólares del concierto.
–No, pero ¿acaso esa ayuda se compra?
–Eso que está ahí ya lo donaron, no se compra.
–¿Pero entonces qué se hace con la plata esa, pana?
–Esa es la pregunta que está haciendo el señor.
–Ajjj. Por eso es que Venezuela está como está, ¡por eso! Porque sale alguien que quiere de verdad echarle bolas al país y entonces hay personas, como algunas de las que estamos aquí, con esa mentalidad: es que hicieron un concierto, hicieron 100 millones de dólares y se lo cogieron. No, eso no es así pana.
–Pues nosotros no sabemos si se lo cogieron o no. Lo que sabemos es que nosotros estamos es emproblemados: hicieron un concierto para que toda la gente llegara como carnada, porque eso fuimos nosotros: carnada. Ahora todo el mundo salió y se fue, y quedamos nosotros aquí…
–Estamos desamparados… estamos a la deriva.
–Huérfanos somos…
–Es que mientras esté ese señor, no podemos regresar…
–Nos tendieron una emboscada.
Bajó el volumen de las voces y se enredaron unas con otras mientras un chico empezó a abrirse camino entre los demás: gorra caqui, gafas de marco grande y la lengua enredada de quienes no tienen el español por idioma materno.
–Sí, nos tendiedon una emboscada, pero nos la tendió el gobiedno de Nicolás Madudo. No se previó y no se tuvo una planificación del peod escenario posible, y lo que vimos ni siquiera fue el peod escenadio posible, podque el peod escenadio posible, ahoda que lo tenemos visto con cedteza, es que nosotros hubiésemos pasado con eso al lado venezolano y que los colectivos nos hubiesen vuelto un coladod. Estamos aquí, en padte, pod culpa de la falta de previsión de los políticos de Venezuela.
Aplausos, sonrisas, golpecitos amistosos en la espalda.
–Algo que yo admido de Gaidó es que no es cabeza caliente como lo es Capriles y casi toda la MUD, él no es alguien que se pone a decid: “nosotros estamos adrechos y vamos a dedrocar a Madudo”. Guaidó es estratégico. Yo también tengo a mi mamá preocupada en San Cristóbal, y yo sé que no me voy a Venezuela hasta que tenga una vía segunda. Nosotros sobrevivimos al peo que hubo acá en el puente y ahora no nos vamos a dejad matad por una guevonada.
Aplausos, muchos muchos aplausos.
– Sí, es que ya nos tienen fichados en Venezuela por los medios de comunicación, por cualquier foto, cualquier video.
–Yo salí.
–Yo también.
El chico gorra, gafas y lengua enredada, con el beneplácito del público se dispuso a explicar lo que desde su análisis veía como los dos posibles escenarios de la resolución de la crisis.
–Uno: que Guaidó tome acciones contundentes, quizá dé unas decladaciones con las que no nos sintamos cien pod ciento satisfechos, pedo segudo se estadá planificando una opedación táctica ultrasecreta en Caracas con el ejército de Estados Unidos, podque los gringos son así.
–Shh, pero no diga eso, porque si no se descubre el plan.
Sonrisas condescendientes para el comentario ingenuo.
–No, pedo yo solo estoy especulando.
–Deje que hable él…
–Déjenlo
–Sigo. Dos: con la situación y la presión, a Madudo le va a meted un tido por la espalda su propia gente.
Aplausos, sonrisas, movimientos afirmativos de cabezas. De repente, el circulo se rompió violentamente con la entrada intempestiva de dos chicos de chaleco azul con la inscripción: “Coalition Aid & Freedom Venezuela”, chicos ceños fruncidos, hombros rígidos.
–Ya va, ya va, quién eres tú que estás dando declaraciones como si estuvieras con nosotros acá, tu que estás llegando hace 20 minutos.
–Yo estuve aquí todo el día.
–No hermano, eso es mentira. Yo soy el encargado del censo, he hecho tres censos en este campamento y tu aquí no has parecido y tengo 100 personas que pueden ratificarlo.
–Y yo soy el coordinador de seguridad de todo esto.
–Quién eres tu pana, identifícate.
–Primedo que todo, yo he estado aquí con una gente que está sentada pod allá. Con estudiantes de la ULA, de San Cristóbal. Yo he estado contigo (señala a un hombre que rehúye su mirada) tú me has visto (señala a otro hombre esquivo).
–Pana, usted no ha pernoctado aquí, usted es ajeno al campamento.
–Si hermano, y yo sé porque soy el que estoy todo el día está pasando puesto por puesto verificando que todas las personas tengan lo necesario para que pueden estar bien aquí. Soy el que doy la pasta dental, papel higiénico, jabón de baño, detergente para que laven la ropa, comida, medicinas. Por eso digo con plena seguridad, que a este hombre yo no le he dado ni una pasta dental, ni un papel higiénico… además es una persona que tiene un acento muy reconocible…
–Sí si, mi soblenomble es “el glingo”
–Una persona que tiene un sombrero, unos lentes, un acento así, es una persona que uno fácilmente puede identificar y recordar… Tu pudiste haber llegado hace una hora, y puedes estar con un grupo hace una hora...pero no más.
Entre la gente se acercaron dos chicos jóvenes, se ubicaron junto al "glingo" y lo interrogaron con la mirada.
–Él dice que no me ha visto en todo el día y ahoda me dice que quién diablos soy yo….
El circulo se fue ensanchando, se acercaron dos mujeres más, un hombre descamisado, otros dos chalecos azules.
–Yo lo vi antes
–Yo no lo vi
–Y ese acento ¿es ruso?
–¡Gringo! es gringo.
Y mientras los murmullos se convertían en zumbido, el glinglo y los otros dos con caras de indignación fueron dando pasos hacia atrás; hablaron con otro par de chalecos azules, dos pasos más atrás; comentaron entre ellos con gesto de irritación, dos pasos más atrás. Allá iban confundiéndose entre la gente ante la sonrisa sarcástica de quien decía ser el encargado de la seguridad del campamento temporal desde hace más de 46 horas ininterrumpidas.
–Así es, se van ellos solitos.
–Son grupos de infiltrados que vienen a dar declaraciones para mal poner a los demás. Nosotros hoy hemos sacado a cinco infiltrados, con las fuerzas militares (de Colombia) sacamos nueve.
–Nosotros aquí tenemos organización, ya nos reconocemos, porque nosotros nos hemos aglomerado dependiendo de las ciudades: si somos de Maracaibo, de Valencia, de Barina, de cualquier estado… y nos aglomeramos así porque somos de la misma cultura y hemos hecho ya como una especie de familias, ya nos conocemos, nos contamos todos los días, porque necesitamos saber qué cantidad de recursos tenemos para saber si tenemos que solicitar más…
–Si, es gente del régimen que está incitando a las personas para que salga a pelear, para que sean masacrados.
Allí en Tienditas, en Boconó, junto al puente Simón Bolívar, junto al Santander están quienes se sienten abandonados a su suerte, los huérfanos que dejó un llamado de la oposición venezolana apoyada por una buena porción de los tomadores de decisiones del mundo.
Allí, esos huérfanos. A pocos kilómetros tantos otros cruzando los senderos ilegales entre el bosque seco por los que venezolanos y colombianos van a uno y otro país mientras las fronteras están cerradas y las relaciones diplomáticas rotas.
Arriba, sobre el puente internacional, un contratista de Migración Colombia encargado del escaneo de las identificaciones mira más allá de las vallas que cierran el paso.
–Zona de guerra parece esto, esos camiones ahí quemados son como de película. (aguzando el ojo trata de ver a los Guardias bolivarianos que caminan hacia el lado colombiano) Ellos son buenos, la mayoría son buenos, pero tienen miedo.
Al acercarse los guardias para conversar con los funcionarios colombianos, estos permitieron que un hombre expusiera su caso. Es uno de los tantos venezolanos que pretende cruzar hacía Venezuela por el puente.
–Miren señores, por aquí no solo van a pasar las toneladas de ayuda, vendrán bendiciones de Dios. (Dibuja una cruz en su cara con el dedo índice) Van a brotar alimentos de la tierra y más y más petróleo. Dios lo ha dicho, yo lo escuché, él es el que da las ordenes. En nombre de nuestro señor, les pido permiso para pasar.
–Las ordenes nosotros las recibimos es de Caracas, y hasta que Caracas autorice, no se puede pasar.
–Ayúdeme, por Dios, es que yo no quiero pasar ilegal por allá (señala las trochas)
–Pasar por aquí también es ilegal, porque está cerrada.
Bajo los puentes, por las trochas: las enormes maletas, las llantas, la mercancía, los niños sentados sobre los hombros de los más grandes, el agua hasta los tobillos, hasta las rodillas.
Por esos caminos también son todos huérfanos. Para transitar por allí hay que pagar a los “trocheros” para que guíen, y a los armados para que permitan entrar o salir. Va cruzando la gente y entre los caminantes también avanza El Indio, ahí va después de tres días de ir de un puente a otro buscando que le permitieran pasar a Venezuela con el cuerpo de su hijo muerto. Luis, de 37 años, trabajaba en una mina de oro, se contagió de paludismo y luego con el hígado muy enfermo, su papá, el Indio, lo llevó para que recibiera atención médica en Cúcuta. Eso fue antes del concierto, del intento de paso de la ayuda, antes de que cerraran las fronteras. El Indio, como el hombre que oyó a Dios y tantos otros, no consiguió que la Guardia le permitiera atravesar el puente, así que tuvo que llevar a Luis metido dentro de su ataúd y junto a ocho trocheros echó a andar para cruzar el río Táchira rumbo a Ureña.
Huérfanos aquellos que fueron convocados y luego terminaron sintiéndose desamparados en el lado colombiano de la frontera. Huérfanos los migrantes que atraviesas la línea imaginaria por las trochas. Todos huérfanos, todos excepto Luis.
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